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Plutarco.—Las vidas paralelas.

los Egipcios por consideracion á Cleopatra. Pero esto, como se ha dicho, fué más adelante.

Entonces, caminando sobre nieves y en medio de un invierno de los más crudos, perdió otros ocho mil hombres en la marcha; y bajando hasta el mar con muy poca gente, en una fortaleza situada entre Berito y Sidon, y llamada Lenceconte, determinó esperar á Cleopatra. Como tardase, era grande su desazon é inquietud; y aunque recurrió á sus desórdenes de beber hasta la embriaguez, no fué de manera que aguantase y se estuviese sentado, sino que se levantaba en medio de los brindis, é iba á mirar muchas veces, hasta que por fin arribó al puerto, trayendo mucho vestuario y cuantiosos fondos para los soldados; bien que algunos dicen que trajo efectivamente Cleopatra el vestuario, pero el dinero repartido lo puso Antonio de su propio caudal, como si lo hubiera dado ésta.

Suscitose á este tiempo riña y desavenencia entre el rey de los Medos y el parto Fraates, nacida, segun dicen, con ocasion del botin hecho á los Romanos; y fué tal, que en el Medo engendró sospecha y recelo de que éste le despojara del reino. Por tanto, envió á llamar á Antonio, prometiéndole que le auxiliaria en la guerra con todo su ejército.

Infundió esto grandes esperanzas á Antonio, porque veia que aquella sola cosa en que se consideraba inferior para domar á los Partos, que era la fuerza de la caballería y los arqueros, se le venía á las manos, pareciendo que hacia favor en lugar de pedirlo. Disponíase, pues, á subir otra vez por la Armenia, y juntándose con el rey de los Medos en el rio Arajes, dar desde allí principio á la guerra.

Queriendo Octavia navegar desde Roma á unirse con Antonio, se lo permitió César; los más creen que no por condescender con su deseo, sino para que desatendida y abandonada diera causa justa para la guerra. Llegada á Atenas, recibió carta de Antonio, en que le daba órden de permanecer allí, hablándole de la expedicion. Sintiólo Oc-