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ANTONIO.

á decirse: «¡Cómo celebrarán éstos la victoria, cuando tales fiestas hacen para los preparativos de la guerra!

ANTONIO.

Pasada esta furia de diversiones, á toda aquella comparsa de artifices de Baco les señaló para su residencia la ciudad de Priene, y se encaminó á Atenas, donde volvió otra vez á los regocijos y teatros. Cleopatra, envidiosa de los honores dispensados á Octavia, porque ésta se habia hecho mucho lugar en Atenas, procuró ganar á aquel pueblo con toda especie de obsequios; y los Atenienses, habiéndole decretado los honores que apetecia, diputaron embajadores que le llevaran los decretos, siendo un de ellos Antonio como ciudadano de Atenas; y puesto ante ella, le dirigió un discurso en nombre de la ciudad. Envió á Roma encargados para echar á Octavia de su casa; de la que dieen salió, llevando en su compañia á todos los hijos de Antonio, á excepcion del mayor tenido en Fulvia, que se hallaba con el padre; y salió llorando y lamentándose de que pareciese que era ella una de las causas de aquella guerra. Compadecíanla los Romanos; pero áun compadecian más á Antonio: sobre todos los que habian visto á Cleopatra, que ni en edad ni en belleza se aventajaba á Octavia.

Al oir César la celebridad y grandeza de tales preparativos se sobresaltó por temor de tener que hacer la guerra en aquel verano: pues eran muchas cosas las que le faltaban, y los pueblos llevaban á mal las exacciones de tributos. Porque precisados unos á dar la cuarta de sus frutos, y los de condicion libertina la octava de cuanto poseian, clamaban contra él, y habia sediciones y tumultos en casi toda la Italia. Asi es que se tiene por uno de los mayores errores de Antonio el haber dilatado la guerra, por cuanto dió tiempo á César para prevenirse, y para que apaciguara las sediciones: pues si los hombres cuando se les exige se alborotan, despues de haber contribuido y pagado se aquietan. Ticio y Planco, varones consulares,