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Plutarco.—Las vidas paralelas.

vive en un cuerpo ajeno, fué él arrastrado por aquella mujer como si estuviera adherido y hecho una misma cosa con ella; pues no bien hubo visto su nave en huida, cuando olvidado de todo, abandonando y dejando en el riesgo á los que por él peleaban y morían, se trasladó á una galera de cinco órdenes, no llevando consigo más que á Alejandro, Siro y á Escelio, y se fué en seguimiento de aquella perdida, que al fin habia de perderle.

Conocióle ésta, é hizo señal desde su nave, á la que alcanzó, y fué en ella recibido; pero ni vió á Cleopatra ni se dejó ver de ella, sino que pasando á la proa, se sentó alli sin hablar palabra, apoyando la cabeza sobre entrambas manos. Viéronse en esto buques ligeros de los de César que iban en su alcance; y haciendo volver de proa su nave, consiguió que se retiraran los demas; pero el Lacedemonio Euricles continuaba en acomelerle con denuedo, blandiendo una lanza desde la cubierta en actitud de arrojársela. Levanlóse en esto Antonio, y preguntando «¿quién es el que persigue á Antonio?» le respondió aquél: «Yo soy Euricles, hijo de Lacares, que ayudado de la fortuna de César, vengo la muerte de mi padre.» Habia sido Lacares condenado por Antonio en causa de piratería á ser decapitado.

Con todo, no acometió Euricles á la nave de Antonio, sino que embistiendo con la bronceada punta á la otra de las naves capitanas, porque eran dos, le hizo dar una vuelta en redondo, y habiendo caido de costado, la tomó; y tambien una de las otras en que habia alhajas de valor, de las que sirven al uso cotidiano. Retirado éste, volvió Antonio á su anterior postura, y en eila permaneció taciturno. Pasó tres dias solo en la proa, ó por enfado ó por lener vergüenza de presentarse á Cleopatra; y así arribó á Tenaro. Allí las mujeres que eran más de su confianza hicieron que primero se hablasen, y despues que comiesen y reposasen juntos.

En tanto iban ya llegándoles muchos de los trasportes, y algunos de los amigos que escaparon de la derrota; los