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Plutarco.—Las vidas paralelas.

muerte gloriosa, que no salud y victoria. Se cuenta que en aquella noche, como al medio de ella, cuando la ciudad estaba en el mayor silencio y consternacion con el temor y esperanza de lo que iba á suceder, se oyeron repentinamente los acordados ecos de muchos instrumentos y gritería de una gran muchedumbre con cantos y bailes satricos, como si pasara una inquieta turba de Bacantes: que esta turba movió como de la mitad de la ciudad, hacia la puerta por donde se iba al campo enemigo; y que saliendo por ella, se desvaneció aquel tumulto, que habia sido muy grande. A los que dan valor á estas cosas les parece que fué una señal dada á Antonio de que era abandonado por aquel Dios á quien hizo siempre ostentacion de parecerse, y en quien más particularmente confiaba.

Al amanecer, habiendo formado sus tropas do tierra en las alturas intmediatas á la ciudad, se puso á mirar las naves que zarpaban del puerto dirigiéndose hácia las enemigas; y esperando ver alguna accion importante, se paró; pero sus gentes de mar no bien estuvieron cerca, cuando saludaron á las de César con los remos, y al corresponderles éslas al saludo, se les pasaron; y la armada, reducida ya á una sola con lodas las naves, volvió las proas bácia la ciudad. Estaba viéndolo Antonio, cuando tambien lo abandonó su caballería pasándose á los enemigos; y vencida su infantería, se retiró á la ciudad, diciendo á gritos que había sido entregado por Cleopatra á aquellos mismos á quienes por ella hacia la guerra. Temiendo Cleopatra su cólera y furor, se refugió al sepulcro, dejando caer los rastrillos asegurados con fuertes cadenas y cerrojos; y envió personas que dijesen á Antonio que habia muerto. Creyólo ésle, y diciéndose á sí mismo: ¿En qué te detienes, Antonio? la fortuna te ha quitado el único motivo que podias tener para amar la vida:» entró en su habitacion, y desatando y quitándose ta coraza: «Oh Cleopatra, exclamó; no me duele el verme privado de tí, porque ahora mismo va-