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Plutarco.—Las vidas paralelas.

mer lugar, por Alejandro su fundador; en segundo, por la belleza y extension de la ciudad, que le habian admirado; y en tercero, por hacer aquella gracia á su amigo Areo. Tanto fué el honor que alcanzó Areo de César, de quien obtuvo además el perdon para muchos; siendo uno de ellos Filostrato, el más hábil de los sofistas para hablar extemporalmente, pero empeñado contra toda razon en ingerirse en la Academia; por lo que desaprobando César su conducta, no daba oídos á los ruegos; mas él dejando crecer su barba blanca, y tomando el vestido negro, seguia por quiera á Areo, recitando este verso:

Los que son sabios á los sabios salvan; y César cuando llegó á entenderlo, accedió por fin, más bien por liberlar á Areo de envidia, que á Filostrato de miedo.

De los hijos de Antonio, á Antulo, el tenido en Fulvia, le quitaron la vida, habiendo sido entregado por su ayo Teodoro; y al cortarle los soldados la cabeza, el ayo le quitó una piedra de mucho valor que llevaba al cuello, y la guardó en el ceñidor. El lo negó; pero babiendo sido desecubierto, fué puesto en una cruz. Los hijos de Cleopatra, custodiados con los encargados de su crianza, fueron tratados con docoro. A Cesarion, el que se decia haber tenido de César, lo envió la madre con gran cantidad de riquezas á la India por la Eliopla; pero su ayo Rondon, semejante á Teodoro, le hizo volver, engañándole con que César le llamaba al reino. Deliberaba César acerca de él; y se refiere haberle dicho Areo:

No es la policesarie (1) conveniente.

(1) Es bien conocido aquel verso de Homero en el segundo de la Ilíada en que dijo no convenia la policoirania ó muchedumbre de eandillos; y Areo aplicó en este lugar aquel hemistiquio con una ligera mutacion; pero de tanta consecuencia, que le costó á Cesarion la vida.