Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo V (1880).pdf/144

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
146
Plutarco.—Las vidas paralelas.

tamente con la decencia apropiada á cada caso cierta uniformidad y concordia.

La suerte y fortuna de ambos, que fueron las mismas en el éxito, aunque no en el modo y los medios, forman la semejanza de sus vidas: porque ambos murieron ántes del fin de sus empresas, no habiendo podido darles feliz cima áun á costa de muchos y grandes combates; y lo más admirable es que á ambos se les anunció por un medio sobrehumano su fin, habiéndoseles aparecido fantasmas odiosas y enemigas. Mas en esta materia bay cierta doctrina que destierra todos estos embaimientos, enseñando que á ningun hombre que está en su sano juicio se le aparece la forma ó imágen de un Genio, sino que sólo los niños, las mujerzuelas y los delirantes por enfermedad, cuando sufren alguna enajenacion del espíritu ó mala complexion y disposicion del cuerpo, dan entrada á opiniones vanas y extravagantes, estando imbuidos en la supersticion de hallarse poseidos de un mal Genio. Y si Dion y Bruto, hombres de espíritu y filósofos, nada expuestos ó sujetos á ilusiones, dieron tanto valor y se conmovieron con la aparicion de tal modo que llegaron á referirla á otros, no sé cómo podremos evitar el admitir otra doctrina todavía más repugnante de los antiguos; segun la cual ciertos demonios malos y de perversa intencion, envidiosos de los hombres buenos y contrarios á sus buenas obras, excitan en ellos perturbaciones y miedos para estorbar é impedir toda virtud, con la dañiada intencion de que no permaneciendo aquéllos firmes y puros en el camino del bien, no gocen de mayor dicha que ellos despues de su muerte.

Mas esto habremos de dejarlo para otro tratado: en este libro, que es el duodécimo de las Vidas paralelas, demos ya principio por la del más antiguo.

Dionisio el Mayor, luego que usurpó el poder, casó con una hija de Hermocrates Siracusano; pero á ésta, no estando todavía bien asegurada la tiranía, los Siracusanos