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Plutarco.—Las vidas paralelas.

duraba la luz del dia, vió á una mujer gigantesca, que en el traje y en el rostro en nada se diferenciaba de las furias, estar con una escoba barriendo la casa. Pasmado, pues, y lleno de miedo, hizo llamar á sus amigos y les refirió la vision que se le habia aparecido, rogándoles que se quedasen y estuviesen con él all la noche, hallándose del todo sobrecogido y temeroso de que volviera á presentårsele aquel espectro estando solo; no volvió, sin embargo, á suceder. Al cabo de pocos dias su hijo, que apenas era mancebo, por cierto disgusto y enfado nacido de pequeña y pueril causa, se tiró de cabeza desde lo alto del tejado, y se mató.

Mientras estaba Dion cercado de tales disgustos, Calipo adelantaba más y más sus asechanzas, y habia hecho correr entre los Siracusanos la voz de que Dion, hallándose sin hijos, estaba en ánimo de llamar á Apolócrates el de Dionisio y declararle su sucesor, como sobrino que era de su mujer y nieto de su hermana. Ya habian llegado á tener sospechas Dion y las mujeres de lo que pasaba, y además eran frecuentes las denuncias que se les bacian de todas partes; pero pesaroso Dion de lo ocurrido, segun parecer con Heraclides y de aquella muerte, como si en su vida y en sus acciones le hubiese quedado cierta mancha impresa que no le dejaba obrar, en todo encontraba dificultades y andaba dando largas, habiéndose dejado decir muchas veces que estaba pronto á morir y á presentarse al que quisiera traspasarle, mas bien que haber de precaverse de amigos y enemigos. Viendo, pues, Calipo que las mujeres estaban instruidas menudamente de toda la conjuracion, y concibiendo temor, se presentó á ellas negándolo, y con lágrimas les dijo que les daria las seguridades que quisiesen; pero ellas no se contentaban con nada menos que con que prestase el grande juramento. Era en esta forma: bajando el que le prestaba al santuario de Céres y Proserpina, con ciertas ceremonias se circundaba de la púrpura de