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Plutarco.—Las vidas paralelas.

salió á recibir con sus amigos; y puesto todo el ejército sobre las armas, á ambos les dió el dictado de emperadores. Sucedió lo que es natural en empresas grandes cuando son muchos los amigos y caudillos, que se suscitaron reconvenciones y sospechas de unos á otros; y ántes de hacer ninguna otra cosa, cerrados en una cámara, sin que hubiese testigos de afuera, primero usaron de quejas y despues de censuras y acusaciones. Como de aqui pasasen á las lágrimas y á palabras fuertes con acaloramiento, admirados los amigos de tan violento y pronto enfado, temian no pasara á más; pero no se resolvian á entrar. Marco Favonio, el que se habia propuesto por modelo á Caton, y que más que con el discurso hacia de filósofo con un calor y un impetu casi furioso, intentaba introducirse en la sala, y los esclavos pugnaban por impedírselo; pero era obra contener á Favonio en tomando cualquiera empeño, porque era violento en todo y sumamente resuelto, no haciéndole grande fuerza el ser senador romano; pero muchas veces con lo cínico y libre de su franqueza quitaba á los hechos lo que podían tener de ofensivos, y la importunidad misma solia tomarse á chanza y juego. Atropellando, pues, entonces á fuerza por las puertas, entró pronun—eiando con voz contrahecha aquellos versos que pone Homero en boca de Nestor:

Oidme; pues que ambos sois más mozos, y los demas que siguen, á lo que Casio se puso á reir; pero Bruto le echó de alli, llamándolo verdadero can y falso cínico. Mas sin embargo, así tuvo fin por eutóaces aquella desazon, retirándose sin que pasara adelante. Dió Casio de cenar aquella noche, y Bruto llevó consigo á sus amigos: cuando se habian sentado, se presentó Favonio, que ya iba bañado, y protestando Bruto que acudia sin baberlo convidado, le dijo que pasara á la silla más alts.