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BRUTO.

gos, y se hubiesen suscitado rencillas y sospechas de unos contra otros, muchos de los amigos de Gasio abrazaron en el consejo de guerra el dictámen de Bruto; pero Atelio, uno de ellos, le contradecia proponiendo que se aguardara hasta el invierno. Preguntóle Bruto qué era en lo que pensaba mejorar al cabo de un año; y él respondió:

«Quando en otra cosa no, habré vivido este tiempo más.

Habiendo incomodado esto sobre manera á Casio, no dejó de efender á los demas, y quedó determinado que al dia siguiente se habia de dar la batalla.

Bruto ostentó durante la cena las mejores esperanzas, haciendo uso de su instruccion en la filosofía, y se retiró á descansar. De Casio dice Mesala que ceaó casi solo, no teniendo á su mesa sino muy pocos de sus más íntimos amígos, y en ella se le vió pensativo y taciturno, no siendo este su carácter; y que concluida la cena, le apretó fuerlemente la mano, y sólo le dijo con su acostumbrado afecto en lengua griega: «Te prometo, Mesala, que me sucede lo mismo que á Pompeyo Magno, que es verme precisado á aventurar al lance de una sola batalla la suerte de la patria. Tenemos, no obstante, buen ánimo, poniendo la vista en la fortuna, de la que no es justo desconfiar, aunque no andemos los más acertados en el consejo.» Dicho esto, reflere Mesala que le saludó por última despedida, sin em bargo de que él le tenía convidado á cenar para el día siguiente, que era su cumpleaños. Al amanecer estaba puesla en el campamento de Bruto y en el de Casio la señal de combate, que era la túnica de púrpura. Reuniéronse ambos en medio de los campamentos, y dijo Casio: «¡Ojalá, oh Brulo, alcancemos la victoria, y nos sea dado pasar juntos una vida feliz! Pero pues son inciertas las mayores empresas de los hombres, y si la batalla no se decide segun nuestro buen deseo, no nos ha de ser fácil volvernos á ver, ¿qué opinion tienes acerca de la fuga y de la muerte? A lo que respondió Bruto: «Cuando yo, oh Casio, era todavía BRUTO.