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Plutarco.—Las vidas paralelas.

sin ser mandado. Fueron de allí á un momento conocidos aquellos soldados de Bruto, y Titinio coronado por ellos corria en busca de Casio; pero cuando por el clamor y los lamentos de sus amigos conoció lo sucedido al general y su necedad propia, desenvainó la espada, y culpándose á si mismo de descuidado y tardo, se pasó con ella.

Bruto, sabedor de la derrota de Casio, se retiró; y estando ya cerca de los reales, tuvo noticia de su muerte.

Lloró largamente sobre su cuerpo, y apellidándole el último de los Romanos, porque ya no esperaba que hubiese otro espíritu como aquél, lo envolvió y lo hizo conducir á Tasos para que no se excitase algun levantamiento si allí se le hacia el funeral. Reuniendo luego sus soldados, trató de darles ánimo, y viendo que habian quedado faltos áun de lo más preciso, les prometió hasta dos mil dracmas por plaza en resarcimiento de lo perdido. Ellos con este discurso recobraron la confianza, admiraron la esplendidez del donativo, y al retirarse le acompañaron con algazara, aplaudiéndole de que entre los cuatro emperadores él sólo se había conservado invicto. Testificó el becho cuánta razon tenia para creer que ganaria la batalla, pues que con pocas legiones arrolló á cuantos se le opusieron; y si hubieran entrado en accion todas las tropas, y los más de los que concurrieron á ella no hubieran pasado de largo por los enemigos para ir en busca de sos despojos, parece que ninguna parte de éstos habria quedado en pié.

Murieron de esta parte ocho mil hombres, inclusos los siervos armados, á los que Bruto llamaba Brigas: de la otra parte dice Mesala que en su entender murió más del doble. Por lo mismo fué, mayor el desaliento que la sobrecogió, hasta que á la caida de la tarde llegó a la tienda de Antonio un esclavo de Casio llamado Demetrio, que al punto recogió del cadáver el manto y la espada; y presentadas estas prendas subió tan de punto su confianza, que