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BRUTO.

miento de los soldados, que por su ardimiento ó por disposicion de los generales; y al punto su propia caballeria dió á huir desordenadamente hácia el mar. Vió que tambien la infantería comenzaba á flaquear, y se esforzó á contenerla y hacerla volver al combate, tanto, que á un alférez que huia le arrebató de las manos la insiguia y la puso fija ante sus piés; mas ya ni áun los que estaban á su lado se mantenían con decision en sus puestos. Traido á esle extremo, se retiró con unos pocos á un collado que daba vista á la llanura; pero él no divisó otra cosa sino que su campamento habia sido asolado, porque era corto de vista.

Los que consigo tenía vieron que se encaminaban hacia aquel sitio muchos de caballería, los cuales habian sido enviados por Bruto; pero Casio discurrió que eran enemigos que iban en su alcance, y sin embargo envió á Titinio, uno de los que allí se hallaban, para que se informase.

Desde luego fué conocido por aquella tropa, la cual al ver á un su amigo que se mantenia fiel á Casio comenzó á hacer exclamaciones de gozo, y los que le eran más allegades le saludaban y abrazaban con afecto apeándose de los caballos; los demas se le ponian alrededor celebrando su triunfo con desmedida alegría, y con esto causaron un gravisimo mal; porque entendió Casio que en realidad Titinio habia caido en manos de los enemigos; y prorumpiendo en esta expresion: «por nuestro demasiado apego á la vida hemos sufrido que uno de nuestros amigos á nuestra vista haya sido arrebatado por los enemigos, se retiró á una tienda que estaba vacía, llevando consigo á uno de sus libertos llamado Pindaro, al que desde el infortunio de Craso tenía prepardo para este ministerio. Salvóse, pues, de los Partos; pero entonces cubriéndose la cabeza con el manto, y dejando descubierto el cuello, lo alargó al cuchillo, porque se encontró la cabeza separada del cuerpo. A Pindaro nadie volvió á verle despues de esta muerte, con lo que hizo sospechar á algunos que la ejecutó