nimia precaucion de Clearco que la temeridad de Ciro, en que con éste todo se hubiese perdido; pues si el mismo Rey se hubiera puesto á pensar dónde colocaria los Griegos para recibir de ellos ménos daño, no hubiera encontrado otro sitio mejor que aquel en que estuviesen más léjos de él mismo y de los que con él peleaban, desde el cual él mismo no percibió que era vencido, y Ciro se anticipó á morir antes de sacar ninguna ventaja de la victoria de Clearco. Y no porque Ciro no hubiese conocido qué era lo que convenia, disponiendo que Clearco formara allí en el centro; pero éste con decir que dejara á su cuidado el disponer lo mejor, todo lo desbarató y destruyó.
Porque los Griegos arrollaron á los bárbaros como y cuanto quisieron, y persiguiéndolos, corrieron casi toda la llanura; mas contra Ciro, que llevaba un caballo noble, pero duro de boca y de sobrados alientos, llamado Pasaca, segun dice Ctesias, movió el caudillo de los Cadusios Artaguerses, diciendo á grandes voces: «Oh tú que infamas el glorioso nombre de Ciro, el más injusto y más temerario de los hombres, vienes atrayendo en mal hora á los valientes Griegus contra las riquezas de los Persas, con esperanza de dar muerte á lu señor y tu hermano, que tiene millares de millares de esclavos mejores que tú: pero ahora lo verás, pues antes perderás aquí tu cabeza que puedas ver el rostro del Rey. Dicho esto, le lanzó un dardo, y la coraza resistió firme al golpe, con lo que no llegó á ser herido Ciro, sino sólo conmovido en la silla, porque el golpe fué violento. Al volver Artaguerses el caballo, tiró Ciro contra él, y le acertó, entrando la punta del dardo por el cuello sobre la clavícula. Así casi todos convieuen en que Arlaguerses fué muerto por Ciro; pero por cuanto de la muerte de éste no habló Jenofonte sino llana y brevemente, como que no la presenció, nada parece que se opone á que expresemos con distincion lo que acerca de ella refieren Dipon y Ctesias.