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ARTAJERGES.

Siendo muchos los que han referido esta batalla, entre los cuales Jenofonte la ha descrito de manera que casi la hace ocurrir á nuestra vista, pintando los sucesos, no como pasados sino como si entónces mismo acontecieseu, y haciendo con la viveza de su expresion sentir al que lee los afectos y los peligros; no sería de escritor prudente ponerse ahora á hacer otra narracion que la de aquellas particularidades dignas de memoria que éste hubiese pasado en silencio. El lugar, pues, donde se dió se llama Cunaxa, y dista de Babilonia quinientos estadios. Propuso Clearco á Ciro antes de la batalla que se colocara á retaguardia de los Griegos, y no expusiera su persona; y se refiere haberle respondido: «¿Qué es lo que dices, Clearco?

Me propones que aspirando al reino me muestre indigno de reinar?»» Erró sin duda Ciro en arrojarse temerariamente á los peligros, y no guardarse de ellos; pero no fué ménos, si es que no fué más grande, el yerro de Clearco en no querer que los Griegos se opusieran de frente al Rey, y en apoyar su derecha sobre el rio para no ser envuelto; pues al que en todo no buscaba más que la seguridad, y toda su atencion la ponia en no sufrir ni el menor descalabro, le era lo mejor haberse quedado en su casa. Pero haber andado armado diez mil estadios sin que negocios propios lo exigiesen, con sólo el objeto de colocar en el trono real á Ciro, y ponerse despues á examinar el lugar y la formacion más á propósilo, no para salvar al caudillo y á aquel en cuyo auxilio era venido, sino para pelear él mismo con menor riesgo é incomodidad, es como si uno por temor de lo presente no hiciera cuenta del objeto principal, ni luviera en consideracion cuál es el fin de un ejército, pues que ninguno de los soldados del Rey habia de haber aguantado el choque de los Griegos: y que rechazados aquellos y ahuyentado ó muerto el Rey, se había de haber logrado que salvo y vencedor reinase Ciro, de los mismos sucesos se deduce con claridad. Por tanto, más de culpar es la