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Plutarco.—Las vidas paralelas.

gos para calumniarle. Mas cuando se presentaron, de una parte Tiribazo y de otra su hijo con los Cadusios, y extendiéndose los tratados se asentó la paz con ambos reyes, entonces alcanzó Tiribazo los mayores honores, é hizo la retirada al lado del Rey, el cual hizo ver en esta ocasion á todos que la pusilanimidad y delicadeza no nacen del lujo y del regalo, como cree el vulgo, sino de un natural viciado y pervertido que se deja arrastrar de erradas opiniones. Porque ni el oro, ni la púrpura, ni todo el aparato y magnífico equipaje de doce mil talentos que seguia siempre á la persona del Rey, le preservó de sufrir trabajos é incomodidades como otro cualquiera; sino que con su aljaba colgada, y llevando él mismo su escudo, marchaba el primero por caminos montuosos y ásperos, dejando el caballo, con lo que daba ligereza y aliviaba la fatiga á los demas, viendo su buen ánimo y su aguante; porque cada dia hacía una marcha de doscientos ó más estadios.

Habiendo llegado a un palacio real, que en un país escuelo y desnudo de árboles tenią jardines maravillosos y magolicamente adornados, como hiciese frio, permitió á los soldados que cortaran leña en el jardin, achando al suelo árboles, sin perdonar ni al alerce ni al cipres. No se atrevian por su grandor y belleza, y entonces tomando él mismo la segur, cortó el más alto y más hermoso de aquellos árboles. Con esto ya los soldados hicieron leña, y encendiendo muchas lumbradas pasaron bien la noche. Con todo, la vuelta fué perdiendo muchos hombres, y puede decirse que todos los caballos. Pareciéndole que por aquel reves y por haberse desgraciado la expedicion se le tenía en ménos, concibió sospechas contra las personas más principa les, y si á muchos quitó la vida por enojo, á muchos más por miedo; porque el temor es muy mortífero en el despotismo, así como no hay nada tan benigno, suave y confiado como el valor. Por tanto, áun en las fieras, las intratables é indómilas son las medrosas y.timidas; pero las nobles y