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ARTAJERGES.

i ARTAJERGES.

277 el espacio que média entre el templo y el palacio, que es de diez y seis estadios, estaba lleno de oro, plata, púrpura y pedrería.

Habiendo movide guerra á los Egipcios por medio de farnabazo é lficrates, la salió desgraciadamente á causa de haberse éstos indispuesto entre sí. A los Cadusios la hizo por sí mismo con trescientos mil infantes y diez mil cabalos; pero habiendo invadido un país áspero y nebuloso, falto de los frutos que provienen de la siembra, y que solo da para el sustento peras, manzanas y otras frutas silvestres á unos hombres belicosos é iracundos, no advirtió que iba á verse rodeado de las mayores privaciones y peligros, porque no encontraban nada que comer, ni había modo de introducirlo de otra parte. Mantenianse solamente con las acémilas, de manera que una cabeza de asno apénas se encontraba por sesenta dracmas. La cena régia desapareció, y eran muy pocos los caballos que quedaban, habiéndose consumido los demas. En esta situacion Tiribazo, que por su valor muchas veces ocupaba el primer lugar, otras muchas era retirado por su vanidad, y entónces se hallaba en desgracia y puesto en olvido, fué el que salvó ai Rey y al ejército. Porque siendo dos los reyes de los Cadusios, y estando acampados aparte, se presentó á Artajerges, y dándole parte de lo que pensaba ejecutar, se fué él en persona á ver á uno de los Cadusios, y al otro envió a su hijo. Cada uno engañó al suyo, diciéndole que el otro iba á enviar embajadores á Artajerges para negociar con él paz y alianza; por tanto, que si tenía juicio, de convenía llegar él el primero, para lo que le auxiliaria en todo. Diéronles crédito ambos, y procurando cada cual anticiparse, el uno envió embajadores á Tiribazo y el otro á su hijo. Como hubiese habido alguna detencion, ya se levantaban sospechas y acusaciones contra Tiribazo, y el mismo Rey empezaba á mirarle mal, arrepintiéndose de baberse fiado de él, y dejando campo abierto á sus enemi.