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ARTAJERGES.

enemistó con él Tiribazo, que ya de suyo no era de índole sosegada, sino inconsecuente y atolondrado. Por tanto, honrado unas veces entre los primeros, y otras perseguido y desechado con ignominis, ninguna de estas mudanzas las llevaba con cordura, sino que en la elevacion era insolente, y cuando se le reprimia, no se mostraba modesto y contenido, sino iracundo y soberbio.

Era, pues, Tiribazo fuego sobre fuego, estando siempre inflamando á aquel jóven con decirle que la Cidaris puesta sobre la cabeza de nada servia á los que la llevaban, si no trabajaban por dar buena direccion á los negocios; y que sería por tanto muy necio, si intentando de una parte prevenirle en ellos el hermano con el favor del serrallo, y teniendo de otra el padre un genio lan caprichudo é incons tante, creyese que le era ya segura y cierta la sucesion; y que no era lo mismo no salir Oco con su intento, que quedar él privado del reino; porque Oco podia muy bien vivir feliz como hombre privado, pero á él, designado ya rey, le era preciso, ó reinar ó no existir. Por lo comun sucede aquello de Sófocles:

La persuasion del mal ligera corre; porque es muy fácil y en pendiente la marcha á lo que se quiere, y los más de los hombres apetecen lo malo porque no tienen experiencia y conocimiento de lo bueno.

Aquí además el esplendor del mando y el temor de Darío á Oco, le dieron un grande asidero á Tiribazo; y quizá no dejó de tener parte de culpa Cipria á causa de lo ocurrido con Aspasia.

Entregóse, pues, enteramente á Tiribazo, y cuando ya eran muchos los rebeldes, un eunuco descubrió al Rey la conjuracion y el modo, estando plenamente informado de que tenian resuelto entrar aquella noche y matarle en el lecho. Oido por Artajerges, le pareció cosa fuerte desalen-