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Plutarco.—Las vidas paralelas.

esclavos en la plaza, uno tomando coronas, otro comprando lámparas, y otro hablando con aquellas mujerzuelas que suelen tocar y bailar entre los brindis de los festines; con lo que engañó completamente á los espías, pues al ver estas prevenciones se decian unos á otros: «En verdad que no hay cosa más medrosa que un tirano, pues que Nicocles, estando enseñoreado de una ciudad tan poderosa, y disponiendo de tantas fuerzas, teme á un mozo que consume en placeres y solaces continuos los recursos que tiene para pasar su destierro.

Engañados de esta manera se retiraron, y Arato despues de comer salió al punto de la ciudad; se reunió junto á la torre de Polignoto con los soldados, y conduciéndolos á Nemea, descubrió allí á la muchedumbre su designio. Aizoles en primer lugar ofertas y exhortaciones, y dándoles por seña Apolo diestro, se encaminó á la ciudad, acelerando unas veces y acortando otras el paso, segun que la luna lo permitía, aprovechándose de su luz en el camino; y cuando iba á ponerse llegó al huerto inmediato al muro. Aqui Callsias le salió al encuentro, no babiendo podido asegurar los perros, porque habian dado á correr, aunque si habia encerrado al hortelano. Desmayaron con esto los más, y le proponian que desistiese; pero Arato los sosegó, diciéndoles que se retiraria si veian que los perros les oponian un grande estorbo. Despachó delante al mismo tiempo á los que conducian las escalas, al frente de los cuales iban Ecdelo y Moasiteo; y él seguia á paso lento á tiempo que ya los perros ladraban y perseguian á la partida de Ecdelo; pero estos, sin embargo, llegaron al muro y arrimaron sin inconveniente las escalas. Al subir los primeros, el que bacía la ronda de la madrugada acertó á pasar con la campanilla, y eran muchas las luces y el ruido de los que le acompañaban. Con todo, ellos cosiéndose así como estaban con las escalas, de éstos se ocultaron fácilmente; pero viniendo luego la otra ronda de la parte opuesta, estuvieron