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Plutarco.—Las vidas paralelas.

alli aguantaron llenos de disgusto y cuidado. Porque ofendidos y combatidos Arato y los suyos desde el alcázar, descendia hasta lo bajo aquel rumor de los que pelean, y resonaba la vocería repetida por la repercursion de las montañas, sin que pudiera saberse dónde tenía su origen.

Mientras así dudaban á qué parte deberian volverse, Arquelao, comandante de las tropas del Rey, que tenía muchos soldados á sus órdenes, subió con griteria y trompetas á acometer á Arato, y pasó más allá de los trescientos. Saliendo éstos entónces como de una emboscada, cargan sobre él y dan muerte á los primeros que alcanzan; y amedrentando á los demas y al mismo Arquelao, los obligan á retirarse y los persiguen hasta que se dispersan y disipan por la ciudad. Cuando éstos acababan de ser vencidos, llegó Ergino de parte de los que arriba combatian, anunciando que Arato estaba en reñida lid con los enemigos, que se defendian con valor, siendo terrible la contienda junto á la muralla, y que necesitaba de pronto auxilio. Pidiéroule ellos que los guiara al punto, y á la llegada con la voz se hicieron conocer, alentando á los amigos mientras la luna hacía que las armas pareciesen á los enemigos más de los que eran, por lo largo de la marcha, así como lo estrepitoso de la noche hacia pensar que el rumor provenia de mucho mayor número de hombres. Finalmente, combatiendo todos juntos rechazaron á los enemigos, se bicieron dueños del alcázar y tomaron la guarnicion cuando empezaba á rayar el alba, viniendo luego el sol á ilustrar su obra. De Sicione acudieron las restantes fuerzas de Arato, recibiéndolas en la puerta los Corintios con la mejor voluntad, y aprehendiendo entre unos y otros á los soldados del Rey.

Cuando pareció que todo estaba ya asegurado, bajó del alcázar al teatro, al que acudia inmenso gentio con deseo de verle y de oir el razonamiento que baria á los Corintios.

Colocando, pues, á uno y otro lado al tránsito á los