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Plutarco.—Las vidas paralelas.

que le eran hereditarios y tenía á ellos preferente derecho. Celebráronlos asimismo los Argivos, y entonces por primera vez sufrió quebranto la inmunidad y seguridad concedida á los contendores, porque á cuantos Aqueos de los que lidiaron pudo aprebender al paso por su territorio, los vendíó como enemigos. ¡Tan extremado é implacable era en su odio á los tiranos!

Teniendo de allí á poco notícia de que Aristipo insidiaba á Cleonas, y que le temia viéndole establecido en Corinto, juntó por un bando su ejército y pasó á Cencris, llamando con este engaño á Aristipo para que en su ausencia cayese sobre Cleonas, como así sucedió, porque al punto movió de Argos con bastantes fuerzas. Arato, que ya desde Cencris habia vuelto de noche á Corinto, y tenía tomadas con guardias las avenidas, condujo allá los Aqueos, los cuales le siguieron con tanto órden, prontitud y ardor, que no sólo mientras estuvieron en marcha, sino áun despues de haber pasado Cleonas siendo todavía de noche, y de haherse formado para batalla, no tuvo de ello conocimiento ni sospecha Aristipo. Cuando al hacerse de dia se abrieron las puertas, y la trompeta hizo la señal, acometió con velocidad y griterta á los enemigos, y los puso al punto en fuga, siguiéndoles el alcance por donde pensó que principalmente procuraria escapar Aristipo, por tener el terreno muchos senderos. Fuéronlos, pues, persiguiendo hasta Micenas, y el tirano fué alcanzado y muerto, segun dice Dinias, por un Cretense llamado Tragisco; de los demas murieron sobre mil y quinientos. Arato en medio de tanta ventura y de no haber perdido ni un solo hombre, con todo no tomó á Argos ni le dió la libertad, habiéndose introdueido con las tropas del rey Agias y Aristomaco el menor, y apoderádose del mando; mas á lo ménos produjo esta accion el efecto de desacreditar los dichos, burlas y bufonadas de los que adutan á los tiranos y les hablan á su gusto, porque decian que al general de los Aqueos se le