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ARATO.

que se le observaba airado, y de que estuvo refunfuñando mientras aquél hablaba; y áun á Arato el Mayor, para dar á entender que no se habia irritado por lo que se le habia dicho, y que era de carácter benigno y urbano, le levantó del teatro tomándole la diestra, y le llevó consigo á Ilome para ofrecer sacrificio á Júpiter y reconocer aquel punto, porque no es ménos fuerte que el Acroeorinto, y en poniendo guarnicion puede hacerse tan molesto, como es inexpugnable á los del país. Subió, pues, y en el acto del sacrificio, cuando el adivino le trajo las entrañas del buey, tomándolas con entrambes manos, las mostró á Arato y Demetrio Fario, inclinándose ora al uno y ora al otro, y preguntándoles qué veian en la víctima acerca de si se apoderaria de aquella eminencia, ó la restituiria á los Mesenios. Sonriéndose, pues, Demetrio, «si tuvieres, le dijo, el alma de un adivino, dejarias intacto el sitio; mas si la tuvieres de rey, asirías el buey por los dos cuernos, queriendo designar el Peloponeso, y que si juntaba á ltome con el Acrocorinto, enteramente le tendria sumiso y hu millado.» Arato estuvo bastante tiempo en silencio; pero instándole Filipo que manifestase lo que observaba, ««la Creta, ob Filipo, tiene muchos y grandes montes, y son inuchas las eminencias que la naturaleza ha puesto en la tierra de los Beocios y Focenses. Son asimismo muchos en la Acarnania, ya tierra adentro, y ya en la mariua, los lugares que tienen una maravillosa fortaleza; y sin embargo de que ninguno de estos puntos has tomado, todos hacen voluntariamente lo que tú dispones: porque los ladrones son los que se pegan á las rocas y se guarecen en los vericuetos; pero para un rey nada es más fuerte ó más defendido que la confianza y el amor. Estos te han abierto el mar de Creta, y estos el Peloponeso; y habiéndolos tenido por principios de tus operaciones, por ellos todavía tan jóven, de unos te has constituido general, y de otros señor:

Sin dejarle concluir entregó Filipo las entrañas al adivino,