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Demetrio.

con el principio de su discurso tuvo fin el miedo de éstos:

porque quitando del tono de la voz y de las expresiones toda acrimonia, se quejó de ellos blanda y amistosamente, y se dió por desenojado, haciéndoles entregar cien mil fanegas de trigo y restableciendo los magistrados que les eran más agradables. Observó el orador Dromoclides que el pueblo con el gozo prorumpia en diferentes aclamaciones, tratando de sobrepujar las alabanzas que los demagogos pronunciaban desde la tribuna, y propuso ley para que al rey Demetrio se le entregara el Pireo y Muniquia.

Decretose así; pero Demetrio puso por sí mismo guarnicion en el Museo, no fuera que sacudiendo otra vez el freno el pueblo, le diera causa á iguales detenciones.

Reducida Atenas, asestó sus tiros contra Lacedemonia, y venciendo y rechazando en batalla al rey Arquidamo que le salió al encuentro junto á Mantinea, invadió la Laconia.

Hizo en otro encuentro quinientos cautivos, y le mató doscientos á la vista de la misma ciudad de Esparta; y casi nada fallaba para hacerse dueño de ella, no habiendo sido nunca tomada hasta entonces; pero la fortuna parece que no usó jamas con rey ninguno de tan grandes y súbitas mudanzas, ni con nadie fué tantas veces pequeña y grande; humilde de ensalzada, y poderosa otra vez de pobre y abatida: ast se dice que el mismo Demetrio en una de las más notables entre estas vicisitudes empleó, exclamando contra la fortuna, este verso de Esquilo:

Tú me alentaste, y tú quieres perderme.

Porque entonces, yendo con tanta prosperidad sus negocios hácia el imperio y el poder, se le dió aviso primero de que Lisimaco le había tomado las ciudades del Asia; y en seguida de que Tolomeo se habia apoderado de toda Chipre, á excepcion de sola la ciudad de Salamina, y esta la tenía sitiada, hallándose envueltos en el sitio sus hijos y