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Plutarco.—Las vidas paralelas.

y pesadumbres, mientras buscaba en las armas, en las escuadras y en los ejércitos el bien, que ahora sin esperarlo habia encontrado en el ocio, en la quietud y en el descanso. Porque al cabo, ¿cuál otro puede ser el término de la guerra para los miserables reyes, torpe y malamente engañados, no sólo por ir en pos del regalo y del deleite, en lugar de seguir la virtud y la honestidad, sino porque ni siquiera saben gozar verdaderamente de los placeres y de las delicias? Demetrio, pues, al cabo de tres años de estar en aquel encierro, con la desidia, con la plenitud de humores y con el desarreglo en la bebida llegó á enfermar, y murió á la edad de cincuenta y cuatro años; y Seleuco, demas de haber sido muy censurado, él mismo tuvo grande disgusto y arrepentimiento de haber entrado en sospechas contra Demetrio, y no haber sabido imitar á Dromicaibe, que con ser Tracio y bárbaro, trató tan humana y régiamente á su cautivo Lisimaco.

Su entierro vino á tener tambien un aparato propiamente trágico y teatral, porque su hijo Antigono; luego que tuvo noticia de que se le enviaban las cenizas, movió con todas sus naves, y salió hasta las islas á recibirlas; y cuando le fueron entregadas, puso en la galera eapitana la urna, que era toda de oro. Las ciudades á donde arribaron ciñeron de eoronas la urna, y dispusieron que ciertos ciudadanos vėstidos de luto acompañaran la pompa fúnebre. Dirigióse la escuadra á Corinto, y desde luego se descubria en la popa la urna adornada con la púrpura y diadema reales, y custodiada por una guardia de jóvenes armados. Jenofanto, que era entonces el flautista de más crédito, estaba sentado allí junto, y lañia el aire más lúgubre y sagrado; y moviéndose á su compas los remos, resultaba un ruido con cierta modulacion semejante al que hay en los duelos cuando en los intervalos de la música se oyen los lamentos y gemidos; pero sobre todo el ver á Antigono tan afligido y lloroso, fué lo que más contristó y movió á compasion y