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Plutarco.—Las vidas paralelas.

más de los magistrados, y ungidos abundantemente datpor juego con unas correas de pieles sin adobar latigazos á los que encuentran. Era uno de los que corrian Antonio, y dejando á un lado las ceremonias patrias, y enredando una diadema en una corona de laurel, se encaminó á la tribuna, y levantado en alto por los que le acompañaban, la puso sobre la cabeza de César, queriendo dar á entender que le correspondia reinar, Haciendo éste por rompersela y quitársela, lo vió el pueblo con grande alegría y muchos aplausos. Volvió Antonio á ponérsela, y César á quitársela; y babiendo así altercado largo rato, á Antonio te aplaudieron muy pocos, y éstos obligados de él; pero á César por haberlo resistido lo aplaudió todo el pueblo con grande algazara. Lo que habia más que admirar en esto era que sufriendo en las obras lo que sufren los que son dominados por reyes, sólo estaban mal con el nombre de rey, creyendo que en él estaba la ruina de la libertad. Levantóse, pues, César muy disgustado de la tribuna, y retirando la toga del cuello, griló que lo presentaba at que quisiera herirle. Habian puesto la corona á una de sus es tatuas, y los tribunos de la plebe la hicieron pedazos, por to que el pueblo les tributó tambien aplausos; pero César fos privó de sus magistraturas.

Este mismo fué lo que dió más aliento á Bruto y Casio, los cuales reuniendo para tratar del hecho á los amigos que eran más de su confianza, dudaban en cuanto á Antonio, y algunos querian asociarle; pero lo contradijo Trebonio, refiriendo que cuando salieron á recibir á Cósar, que volvía de España, tuvieron un mismo alojamiento, y caminaron juntos él y Antonio, y que habiendo tocado á éste la especie con mucho tiento y precaucion, lo había entendido, mas no habia admitido la confianza; aunque tampoco lo había dicho á César, sino que habia reservado con la mayor fidelidad aquella conversacion. En consecuencia de esto, deliberaron sobre acabar con Antonio cuando dieran