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Plutarco.—Las vidas paralelas.

nera en ira, que recogiendo por todas partes escaños y mesas, quemaron el cuerpo de César alli mismo en la plaza, y tomando despues tizones de la hoguera, corrieron á las casas de los conjurados, determinados á allanarlas é incendiarlas.

Saliendo, pues, de la ciudad Bruto y los demas conjurados, los amigos de César acudieron á Antonio, y su mujer Calpurnia, poniendo en él su confianza, le llevó en depósito la mayor parte de sus intereses, que traidos á una suma ascendian á cuatro mil talentos. Ocupó tambien Antonio los libros de César, entre los cuales se hallaban los registros de sus determinaciones y resoluciones; y añadiendo él á su voluntad lo que le pareció, á muchos los designo magistrados, á muchos los hizo senadores, á algunos los restituyó del destierro, ó estando presos los puso en libertad, como si así lo hubiese tenido ordenado César.

Así á todos éstos los llamaban los Romanos con una chistosa alusion Coronitas ú Orcinos, porque para defenderse de sus cargos acudian á los registros de un muerto. Otra infinidad de cosas hizo Antonio con igual despotismo, vatiéndose de que era cónsul, y de que tenía por colegas á sus hermanos, siendo Cayo pretor, y Lucio tribuno de la plebe.

En este estado de los negocios llegó á Roma el nuevo César, hijo, como se ha dicho, de una sobrina del dictador, y nombrado heredero por éste; al tiempo de cuya muerte residia en Apolonia. Desde luego se dirigió á saludar á ADtonio como amigo paterno; pero al mismo tiempo le hizo conversacion del depósito, porque tenía que distribuir setenta y cinco dracmas á cada ciudadano romano, segun César lo habia mandado en su testamento. Despreciábalo al principio Antonio, viéndole tan muchacho, y decia que no tenía juicio en querer cargar, careciendo del talento necesario y de amigos, con el insoportable peso de la herencia de César; pero como aquél no cediese á tales espe-