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ANTONIO.

cies, y continuase reclamando sus intereses, pasó á decir y hacer mil cosas en su ofensa. Porque presentándose á pedir el tribunado de la plebe, le hizo oposicion; y queriendo poner en el teatro la silla curul del padre, como estaba decretado, le amenazó de que lo haria llevar á la cárcel si no desistia de la idea de querer hacerse popular. Mas como este jóven se pusiese en manos de Ciceron y de los demas enemigos declarados de Antonio, por medio de los cuales puso de su parte al Senado, mientras por sí mismo iba ganando al pueblo y reuniendo los soldados de las colonias, entrando ya en temor Antonio, tuvo con él una conferencia en el Capitolio, y se reconciliaron. Mas en aquella misma noche estando durmiendo tuvo en sueños una vision extraña: porque le pareció que un rayo le heria la mano derecha; y de allí á pocos dias corrió la voz de que César pensaba atentar contra su vida; y aunque éste se defendió de semejante imputacion, no quiso creerie.

Con esto volvió á enconarse la enemistad; y recorriendo ambos la Italia, procuraban á porfia atraerse con dádivas á los soldados veteranos establecidos en las colonias, y poner cada uno de su parte á los que todavia estaban con las armas en la mano.

Era entonces Ciceron el de mayor poder y autoridad en la república; y como trabajase por inflamar todos los ánimos contra Antonio, alcanzó por fin del Senado que le declarara enemigo público; que á César se le enviaran las fasces y todas las insignias de pretor, y que se diera á Pansa é Hircio el encargo de arrojar á Antonio de la Italia.

Eran éstos á la sazon cónsules, y viniendo á las manos con Antonio junto á Módena, acompañándolos César y peleando á su lado, bien quedaron vencedores en aquel encuentro, pero murieron ambos. Tuvo que huir Antonio; y en aquella huida su vió en mil apuros, de los que el mayor fué la hambre; pero en adversidad se hacía mejor de lo que era por naturaleza, y cuando padecia infortunios podia pa-