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El otro jinete inglés.—¡Vámonos!

El primer jinete inglés.—Espere un momento. Caballero (dirigiéndose al desconocido): ¿por qué retarda usted tanto su caída?

El segundo jinete inglés.—¡Míster William...!

El primer jinete inglés (al desconocido).—¿No ve usted que esta gente lleva dos días esperándole? Dejándose caer les daría usted gusto y, además, las angustias de un gentleman no seguirían sirviéndole de distracción a la chusma.

El segundo jinete inglés.—¡Míster William...!

El turista gordo.—¡Tiene razón! ¿Habéis oído, hijos míos? ¡Qué tragedia!

Un turista de mal genio (avanzando, amenazador, hacia el primer jinete inglés).—¿Qué es eso de chusma?

El primer jinete inglés (sin hacerle caso y fijos los ojos en el desconocido).—Si le falta a usted valor para dejarse caer, le dispararé un tiro y sanseacabó. ¿Quiere usted?

El primer guardia (cogiendo al expeditivo gentleman la mano, con la que ya asesta el cañón de un revólver hacia el desconocido).—¡Usted no tiene derecho a hacer eso! ¡Queda usted detenido!

El desconocido.—¡Guardias, guardias!

Emoción general.

Voces.—¿Qué le pasa?... ¿Qué quiere?

El desconocido (con voz nada débil).—¡Llévense a ese bárbaro, que es capaz de soltarme un tiro! Y díganle al fondista que no puedo más.

Voces.—¿Qué dice?... ¿De qué fondista habla?... ¡El desgraciado se ha vuelto loco!