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masculinos y femeninos, llegan, a los sones de un tambor, un violín y una trompeta ensordecedora.

El primer miembro del Ejército de la Salvación (tocando frenéticamente el tambor).—¡Hermanos y hermanas míos!

El pastor (desgañitándose).—¡Se ha confesado ya, hermanos! Estos señores pueden testificarlo. ¡Se ha reconciliado ya con Dios!

El segundo miembro, una señora (subiéndose a una peña).—Como ese pecador, yo me hallaba sumida en las tinieblas. Mi vicio era el alcoholismo. Y un día la luz deslumbradora de la verdad...

Una voz.—De poco le sirvió la luz! ¡Está borracha perdida!

El pastor.—Guardias: ¿verdad que se ha reconciliado ya con Dios?

El primer miembro del Ejército de la Salvación sigue tocando el tambor y sus compañeros de armas empiezan a cantar. La clientela del buffet canta también y llama al mozo en todas las lenguas. El pastor pretende llevarse, quieras que no, a los guardias, que se resisten desesperadamente a abandonar su puesto. Aparece, jinete en un asno, un turista de nacionalidad inglesa. El cuadrúpedo se abre de manos y se niega, en su sonoro idioma, a seguir avanzando.

Los miembros del Ejército de la Salvación no tardan en irse, tocando y cantando. El pastor los sigue, agitando los brazos.

El jinete inglés (dirigiéndose a un compatriota que también cabalga en un asno y acaba de detenerse junto a él).—¡Qué gente más incivil!