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L I R A P Ó S T U M A
¿Y adonde íbamos aquellos
de aquella larga procesión;
donde no se hablaba ni oía,
ni se sentía la impresión
de estar en la vida carnal
y sí en el reinado del ¡ay!
Y en la perpetuidad del ¡oh!?
¡Oh, Dios!
II
Las torres de la catedral
aparecieron. Las divinas
horas de la mañana pura,
las sedas de la madrugada
saludaron nuestra llegada
con campanas y golondrinas.
¡Oh, Dios!
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