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R U B E N  D A R I O


Y jamás habíamos visto
envuelto en oro y albor
emperador de aire y de mar,
que aquel Señor Jesucristo
sobre la custodia del Sol,
¡Oh. Dios!
Para tu querer y tu amar.


Visión fué de los peregrinos,
mas brotaron todas las flores
en roca dura y campo magro;
y por los prodigios divinos,
tuvimos pájaros cantores
cantando el verso del milagro.
Por la calle de los difuntos
vi a Nietzsche y Heine en sangre tintos;
parecían que estaban juntos
e iban por caminos distintos.

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