plorará que Echeverría no haya sido perfecto en la forma, que es toda la creación de la obra de belleza, y que los personajes de sus poemas no hayan tenido la realidad del cuadro del Matadero, porque entonces sí que su grande y esplendorosa figura surgiría en medio de las tinieblas del pasado, con los fuertes contornos de los grandes maestros y de los genios.
En Echeverría predominó el pensador, y José Mármol, afrentado como la mayor parte de nuestros poetas por las ediciones de sus versos, que parecen trabajadas en Cretinópolis,—fué, por el contrario, el tipo clásico del poeta asemejado, desde que hubo poesía, al pájaro que deja oir sus cantos en la enramada.—Se ensayó en el drama y en la novela, fracasando de un modo atroz en el primero y alcanzando un éxito relativo en Amalia, que tiene algunas páginas hermosas y varias figuras que no se olvidan, no obstante el recargo de los tintes y el exceso de la caricatura, como sucede con la fisonomía de don Cándido, que pudo ser una hermosa creación, á