ciamente constituído. Sus libros y su nombre son el mayor tesoro de la prosa argentina y su gran personalidad vivirá mientras viva el país, porque fué casi siempre y teniendo en cuenta los naturales extravíos humanos, el gran sembrador de semillas que, convertidas hoy en plantas vigorosas, y no obstante los errores del político, reverdecen en las inmensas extensiones de la patria. ¡Qué tres grandes entidades Sarmiento, Mitre y Alberdi, copartícipes del destierro y enemigos en ocasiones ó toda la vida; y qué agitadores de ideas, en las lides valerosas del pensamiento y la palabra! Dos de ellos han muerto y el otro vive todavía asistiendo á la apoteosis, pasadas las vorágines y las discusiones, en la serenidad de su conciencia; y aleccionando á los jóvenes con libros recientes, que son orgullo nacional, como la historia de San Martín. Cada uno de ellos simboliza una faz de la inteligencia argentina y no es ésta la ocasión de juzgarlos con fría imparcialidad, con tanto mayor motivo cuanto que es imposible prescindir de la faz política de esos hombres, estudio que no tendría colocación en este lugar. En el diarismo, en el libro, en la diplomacia,
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