cobrará en el mundo moderno un nuevo giro que el cine se esforzaurá en seguir y mostrar. No es en absoluto, como en el cine negro del realismo americano, una organización que remitiría a un medio distinto, a acciones asignables por las que los criminales se individualizarían (...) El poder oculto se confunde con sus efectos, con sus soportes, sus medios de comunicación de masas, sus radios, sus televisio- nes, sus micrófonos..."5°. En el policial argentino, sin embargo, este giro ya había sido introducido, en cierto modo, por Los tigres de la memoria de Juan Carlos Martelli. Alli también el "detective", Cralos, era un asesino y sólo " resolviendo” su caso podría conjurar ese destino de violencia. Pero resolverlo no significaba ya reconstruir un crimen sino liberarse, justamente, de los “tigres de la memoria”, de ese déspota inconsciente encarnado en la figura de un coronel. ”Sin él no existís -le dice el Gordo a Cralos- y si él quiere, no habrás existido nunca”? Por eso Martelli va a evocar el mito de los vampiros: el coronel es un Drácula telepático y todos ‘los demás son sus súbditos, sin voluntad propia, obedeciendo como autómatas a la sola voluntad de su señor. Y si ellos no podian dejar de matar era porque no podian dejar de morir. Pero tal vez ya era así en la lucha de Marlowe contra la maquinaria de Hollywood en Triste, solitario y final de Soriano y también en ”La loca y el relato del crimen" de Piglia, donde el joven lingüista se bate contra el complot conjunto de la policia y la prensa. ¿Y el caballero Dupin no había prefigurado ya este conflicto, en los inicios mismos del género, cuando en El misterio de Marie Roget se bate mediante un razonamiento sutil contra el relato de la prensa y la policia? En este sentido, más allá de quien fuera el asesino, el género es y fue siempre politico en la medida en que se escribió en tensión y a contrapelo de las politicas de ficción dominantes, contra los medios de comunicación o contra la policía, contra Walter Bueno y contra Morvan. Para Saer, finalmente, esta tarea se llevaria a cabo menos contando lo que pasó. que descontando la historia glosada por los medios de com un icación. No se trataría entonces de reconstruir los hechos sino más bien de deconstruirlos, hasta alcanzar por la escritura esa dimensión de los des-hechos anterior a todo relato, a todos los tópicos. La escritura, ‘tal vez, como una singular y frágil arma politica contra el Gran Complot de los tópicos y los mitos oraculares del poder. y de adentro hacia afuera? El complot criminal, como organización de Poder, 61
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