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y añadió:—«El sueño tal vez | |
sea verdad, hijo mio!»— | |
Me dio un beso; sonrei, | |
abrazóme con contento | |
y me dijo:—«Oye este cuento | |
que de tu abuela aprendí: | |
(La atención de Diego habrá ido fijándose cada vez mas en la relación de Faustino hasta que al terminar el siguiente cuento, como ávido de aprenderlo, estará apoyado en el hombro de su compañero mirándole de hito en hito. Faustino recitará el cuento pausadamente como recordando y con espresivo acento). | |
Al mundo vino Felicia | |
á ser el dulce consuelo | |
de un esposo y una esposa; | |
mas al verla tan hermosa, | |
fué cundiendo la noticia | |
de que era un ángel del cielo. | |
A contemplarla acudian | |
gentes de todas edades | |
al rededor de su cuna; | |
y así llegó, por fortuna | |
de los que la poseían, | |
á cumplir seis Navidades. | |
Donde fijaba sus huellas, | |
los canoros ruiseñores | |
enamorados contaban | |
que á su belleza aspiraban | |
la luna, el mar, las estrellas, | |
los céfiros y las flores. | |
Del Reino de los querubes | |
salir debió aquella perla, | |
porque al declinar el dia, | |
cuando todo en paz yacía, | |
las águilas y las nubes | |
descendían para verla. | |
Al cerrar la flor su broche |