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de la mensajera leve: | |
—«Es mariposa Felicia | |
del jardín en donde oró.— | |
Cuando á engalanarse empiezan | |
la violeta y la rosa | |
y el eco de viejos bronces | |
resuena en el pueblo, entonces | |
ancianos y niños rezan | |
en pos de una mariposa.» | |
(Después de una pausa y viendo á Diego meditabundo contemplando las mariposas, le pone la mano en el hombro y cambiando de tono le dice:) | |
¿Te gusta? | |
Diego. | (Con viveza.) Sí. Cada dia |
me lo tienes que contar | |
porque lo quiero enseñar | |
después á una hermana mia. | |
Faustino. | (Tristemente.) |
¡Sí!... Es posible que mañana | |
me ausente, Diego, de aquí! | |
Diego. | Pues ¿cómo enseñaré, di, |
el cuento á Flora mi hermana? | |
Faustino. | Diego... (secándose una lágrima.) |
Diego. | No me martirices...
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No te irás. | |
Faustino. | ¡Si tú supieses!... (Bajando la voz.) |
Diego. | Mira, amigo; si te fueses, |
no seriamos felices; | |
porque el tiempo te diría | |
con sus dias de luz llenos: | |
— «Diego te echa muy de ménos | |
todas las horas del día.»— | |
Y como buenos hermanos | |
los libros que aquí aprendí, | |
preguntándome por ti | |
llegarían á mis manos!... |