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EL ALMA DE LA MUJER 101 AA NAAA nn

los mandará hacer; si no tiene que andar con economías, se dedicará a derrochar, y será tanto más celosa en el destruir, derrochar y enredar, cuanto mayor sea su potencialidad de obrar y hacer. Tal sucede en las clases superiores, donde la mujer, que no sabe crearse ocupaciones intelectuales y gozar de ellas, vese inducida por insanos convenios sociales a entre- garse a la holganza.

Dadle a la mujer que os parezca más enredosa y mun- dana una ocupación seria y la veréis al punto, con el consi- guiente asombro, tornarse filantrópica, económica, abnega- da y generosa. En todas las épocas hanse visto madres, hijas y hermanas que parecían atentas únicamente a derrochar y enredar, sacrificar de repente sus diversiones, para por com- pleto dedicarse al padre, al hijo o al marido, que, aquejados de alguna dolencia, necesitaban de su ayuda y de su activi- dad. Ñ

Las mujeres más mundanas que acaso hayan existido, las damas de la aristocracia francesa en vísperas de la Revolución, transformáronse de pronto en industriosas granjeras, en ope- rarias de primer orden cuando la Revolución las expulsó de Francia y las despojó de sus riquezas; y eso con una confor- midad y una alegría que les conciliaron la admiración de sus maridos y de los pueblos que las acogieron.

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Este hecho de que la actividad sea un goce para la mu- jer explica mil enigmas del proceder femenino. Explica el hecho de que la mujer, que representa aquel de los sexos que al parecer disfruta más con la riqueza, más fácilmente la de- rrocha, sea la que a ella renuncia con menos pesadumbre y la que más fácilmente soporta los súbitos desastres que a trabajar la obligan; explican el hecho aparentemente tan ex- traño de que en Norteamérica las herederas de los grandes caudales suelan huir de los salones y casas mejor provistas para actuar de maestras o empleadas de oficimas lejos de la casa paterna, costumbre que se va generalizando también en Europa, donde las señoritas de alta burguesía empiezan a con- currir ya a cátedras y empleos de tercer orden, a despecho muchas veces de sus padres, y no movidas del afán de lucro