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EL ALMA DE LA MUJER 108


La mujer contempla el universo con ojos y corazón de madre.

Plantas, animales y hombres no le interesan en sí o de por sí, por razón de su forma, su voz o su belleza, cual ob- jetos de estudio, por el afán de saber como son, sino como seres posibles de dolor y alegría, por el amor que pueden dar- le a ella y por el amor y los desvelos que ella puede brin- darles, ¿Por qué choca tanto una mujer que deje ir a sus deu- dos con los codos rotos y tenga revuelta la casa? Pues, por- que la mujer verdaderamente femenina tiene el instinto de cuidar de cuanto le rodea y no dejar que nada se estropee, No puede la mujer ver cojear un perrillo, deteriorarse un mue- ble o amustiarse una planta sin concentrar involuntariamen- te el pensamiento en el modo de restituir a la vida normal esos objetos de cuya existencia siéntese inconscientemente guardiana y custodia. De aquí que la inteligencia de la mi- jer sea tan aguda para cuanto se refiere al mundo vivo. real y concreto, y tan desmayada y voltaria para todo lo teórico y general; porque el mundo real es el objeto de su pasión, mientras que el mundo teórico le es indiferente.

Hase afirmado que esta diferente dirección intelectual depende del hábito y de la educación, cuando no del hecho de hacer siglos que la mujer no estudia. Pero la pasión no tiene nada que ver con la cultura ni con las costumbres o las aptitudes. Vemos orientarse hacia las distracciones abstractas a los niños que prefieren jugar a las cartas, a, las damas, al ajedrez. o a cara y cruz—juegos de puro azar y matemáti- cos—antes que a las visitas, a la cocina o a la escuela, como las chicas de su «dad. Vemos a los varones en la edad de la adolescencia forjarse un ideal abstracto de gloria. de eterni- dad, de ambición, mientras los sueños de la doncellica con- crétanse en el príncipe, en el hidalgo, maltratado por la for- tuna y en la corona de hijos.

Esta pasión por lo vivo y concreto, esta indiferencia por lo abstracto, considerado como inútil, las hallamos en mujeres que se señalaron en los estudios y en las letras: po- seían aptitud para esos estudios y vivían en un ambiente ade- cuado, como madame de Stael, como madame Remusat, So- fía Kovalewski, Jorge Sand. Juliette Anam y la princesa Dasbkoff, lo mismo que en cualquier pobre muchacha recién: