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Lo mismo puede decirse del autoanáligis, que es además una observación interna. El hombre se analiza algunas ve- ces a sí propio y analiza a los demás cuando hace poesía o novela. La mujer se está siempre analizando. El análisis de los propios y los ajenos sentimientos es el objeto continuo de sus pensamientos, el tema favorito de sus conversaciones. Su espíritu mismo de observación anda sumergido en la olea- da de autoanálisis que por entero la impregna. Hasta cuando os habla del libro que leyó, o de la comedia que fué a ver, sin saberlo, sin quererlo y sin notarlo, la mujer no hace otra cosa que hablaros de sí misma, o mejor dicho, de sus senti- mientos. Tiende mucho más o describirlos la emoción, la conmoción que en ella despertaron 'el libro o la comedia, a expresaros su extrañeza O indignación por la emoción dis- tinta de la suya que el suceso produjo a los demás, que no del suceso mismo. He venido corriendo, he venido corriendo —dícele la nodriza a Julieta, que aguarda ansiosa la res- puesta de Romeo—, y sólo tras una larga descripción de sus emociones, acaba la mensajera por entregarle esa contesta- ción. ¡Cuántas mujeres no llevan un diario o escriben cartas para desahogar al día las emociones placenteras o desagrada-

les que durante la jornada hubieron de experimentar! Cuan- do un hombre escribe un diario o una carta, no hace sino redactar una sencilla crónica.

Al autoanálisis y a la observación deben añadirse la memoria tenacísima de las observaciones y análisis con la flaqueza casi amnésica de su memoria para los nombres pro- pios. las reglas y las cosas abstractas; la mujer no olvi- da nunca las impresiones recibidas, los goces y dolores experimentados, siendo ésta la razón de que resulte tan agra- decida al beneficio, y tan:inexorable para el mal que la ha- cen. Y es que la memoria, lo mismo que el espíritu de ob- servación. anda siempre junto con el interés. Los hombres no recuerdan sus cmociones: olvidan fácilmente las cosas obser- Vadas. porque no se basan para reaccionar en el fruto de sus emociones y observaciones personales, sino en la razón. Para la nvujer, en cambio, el fruto de la emoción y de la observa- ción es vital; sabe y siente que esas son sus guías y sus sos- tenes: que constituyen todo su bagaje y se agarra desespe-