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EL ALMA DE LA MUJER 123


introspecciones; es preciso poseer una facultad de observa- ción y de introspección superlativa.

Tal es el caso de la mujer. Tiene el hombre para ob- servar cinco sentidos; pero la mujer posee ciento. Ve, siente y observa por todos los poros de su piel. Bástale ver a una persona el espacio de cinco minutos, para hacerse cargo de todos los pormenores de su indumentaria, sin faltar uno, así como de su figura y calar sus más íntimos sentimientos.

El observar es para ella uno de los goces más delicados y Bustosos, multiplicando las ocasiones de saborearlo; las flores, los pájaros, los animales de que se rodea, son para ella otros tantos filones preciosos e inagotables de observa- ciones curiosísimas. Comprobar que el pajarillo mudó la plu- ma, que la flor se abrió y dónde y cómo se posó un vilano, es para ella una alegría, un triunfo, semejante al que expe- rimenta el hombre que sale vencedor en una partida de jue- go; y puede que la pasión que muestra la mujer por rodearse de cosas vivas y diversas, dependa del deseo inconsciente de multiplicar ese placer.

Haced que la mujer más humilde os refiera las obser- vaciones que hizo en su vida, y descnbriréis en ella un filón inexplorado que difícilmente hallaréis en un hombre que haya observado una vida mucho más rica en episodios. Si ha de escribir una carta, si ha de describiros cómo pasó el día, no sabe nunca el hombre qué deciros, no le ha sucedido ni visto nada. Y esto, porque, en sacándolo de su trabajo, no observa nada el hombre. Inconscientemente de otra parte, hombres y mujeres ponen más esmero en el vestir y en los modales cuando tienen que ver a una señora que no cuando han de presentarse delante de un caballero, porque incons- cientemente saben ambos que la señora los mirará de pies a cabeza, mientras que el caballero apenas se fijará en ellos La visita de una señora infunde más temores que la de un ins- pector, porque toda mujer, aunque no ostente ese título, tie- ne siempre algo de inspectora, mientras que muchas veces el inspector no ve jota Las criadas de servir hacen mangas y capirotes cuando no está en casa la señora, porque saben que a aquélla no se le escapa nada, mientras que el señor de nada se entera.