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logrados por los abstractos genios masculinos y los contra- dictorios influjos que en todo país y en toda civilización se manifiestan.

Sólo que, por desgracia, no puede lograrse todo eso sino al precio de grandes dolores. Esa intuición, esa sensibilidad que sirve para mitigar los sufrimientos, esa experiencia, ese equilibrio que conduce a la armonía, sólo se alcanzan a un precio terriblemente caro.

El hombre se beneficia de la ciencia que le legaron ge- nios pretéritos para remontarse a nuevas teorías y engendrar sus inventos y obras maestras. Pero la mujer superior, por «el contrario, ha de aprender y capacitarse para su misión, precisamente a consecuencia del choque con el mundo vivo contemporáneo que vibra y bulle en torno suyo, y por efec- to de los dolores por ella sufridos.

¡Oh! No será consultando los libros en que están con- densadas las experiencias ajenas ni atiborrándose a duras pe- nas en las celdillas cerebrales toda la ajena ciencia, como se capacitará la mujer para distinguir lo verdadero de lo falso y la realidad de la apariencia, cobrando las fuerzas necesa- rias para hacerlas triunfar. No será en los libros donde po- drá distinguir y hacer distinguir las injusticias contra las cuales es deber rebelarse ni las desigualdades fatales a que no hay más remedio que someterse, No será en los libros donde encuentre la palabra que consuela, el gesto que enardece, el bálsamo que aplaca, sino pasando por la experiencia y por la angustia de los desencantos; pasando por el duro y pun- zante trámite del dolor.

Las emociones que desgarran el corazón, las alegrías que embriagan, son los volúmenes por entre los cuales se eleva penosamente la mujer, los que le comunican las ideas generales y las impulsan a encarar y resolver los grandes pro- blemas de su siglo. Los dolores las reflexiones sobre las emo- ciones propias y ajenas son las enseñanzas que de hito en hito la llevan a la cumbre.

] El dolor es la escuela de la mujer. No piensa ésta ni reflexiona sino cuando sufre o ve sufrir, cuando ama o quie-

re ser amada. Pero la mujer superior no puede ver la reali- dad, no puede amar sin sufrir.