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EL ALMA DE LA MUJER 173 AAA NAAA AD EDADES

las páginas de la historia del mundo; que sólo perduran los nombres de aquellos que quieren que perduren y por ello se afanan y por ello luchan. Revelarles la realidad a los hom- bres, descubrirles lo que hay debajo de las formas que más impenetrables parecen, hacer triunfar los mejores ideales, no significa para ellas un modo de hacer méritos para la cele- bridad ni un medio para pasar a la historia y tener el día de mañana un monumento que su memoria perpetúe; sino sencillamente el cumplimiento de su propia y natural mi- sión; la expansión de ese instinto de bien que la abrasa, la resolución de un aspecto de ese problema que es el único que a todas las mujeres interesa: el problema de la alegría y del dolor.

Esta diferencia radical entre hombre y mujer superio- res, esta diversa misión presupone cualidades intelectuales y morales diferentes. :

Las cualidades puramente cerebrales, las particulares '¿p- titudes para esta o aquella ciencia o arte, tan preciosas para establecer la superioridad profesional masculina, representan un valor infinitamente más pequeño para la mujer superior. Es la superioridad de todas las principales dotes del corazón y de la mente femeninos a la que esa debe aspirar; la supe- tioridad del altruísmo unido al razonamiento que sin cohi- birla en sus voletios hacia el bien, le proporcionan los fre- nos necesarios para no extralimitarse demasiado; imagina- ción, delicadeza, rápida percepción del presente y clara visión del futuro, que la capaciten para servirles a los otros de guía firme y segura; una superioridad de intuición. de espíritu de observación y de introspección, que le permita coger al vuelo y participar activamente en la solución de los grandes pto-: blemas de su siglo. Los dolores, las reflexiones sobre las emo- punto a sensibilidad que le haga perceptibles los más leves sufrimientos ajenos, generales y particulares, para mitigar- los y aliviarlos, y un conocimiento profundo del alma hu- mana, merced al cual pueda distinguir la realidad que bajo la apariencia se esconde; una superioridad, en fin, general y armónica, de mente y corazón, que le permita atemperar lz moral con la estética, la justicia con la piedad, con la reali- dad la abstracción y conciliar entre sí los caóticos progresos