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EL ALMA DE LA MUJER 77 y exclusivo provecho, lo cual es mucho más cómodo y per- sonalmente muchísimo más útil. Si seguimos la apariencia, la vida nos resulta llana y fácil, con reglas fijas y seguras de conducta; los sacrificios que hacemos hallan al punto gra- titud, y nuestra activid:d y altruismo nos son pagados con usura. Pero, ¿cómo una mujer dotada de algo más que in- tuición, podrá seguir la apariencia, cuando ve sin ningún linaje de sombras la verdad? ¿Cómo podrá dar consejos fal- sos y lisonjeros cuando ve que los que más hacen al caso son los enérgicos y desagradables? ¿Cómo podrá darles a los hombres lo que abiertamente le piden cuando sabe que lo que se saca en realidad es todo lo contrario?

El proceder con arreglo a la apariencia determina en una mujer superior, apasionada e intuitiva, sufrimientos atroces, Sublévasele la conciencia cual si hubiera cometido un delito; de suerte que ha de verse impelida inevitablemen- te a conducirse según la realidad, a hacer el bien verdadero, procurarse: reglas de vida sanas y adecuadas y dar a los de- más consejos provechosos. Pero, ¡cuánto esfuerzo, cuánta gimnástica mental para lograrlo! ¡No hay estudios semejan- tes para desarrollar la mente y el corazón! ¡Qué difícil re- suita conducirse de acuerdo con la realidad! Pues al querer hacérlo así, os encontráis sin reglas fijas a qué ajustar vues- tros actos, sin siquiera ei indicio del efecto obtenido, puesto que aquellos mismo en cuyo favor os afanáis, dándoles ópti- mos consejos—mal recibidos a veces—, aquellos mismos por los cuales sacrificáis vuestros más vitales intereses, luego que lo hayan logrado, os dirán que no deseaban lo más mínimo de lo que consiguieron. ;Mienten tan fácilmente todos, hom- bres y mujeres, luego que voló su palabra, cuando de sus de- seos no hay pruebas escritas!; ¿cómo recordar un pensamien- to, un deseo, que después de satisfecho, no se quisiera haber tenido?, ¿ni.cómo recordar un consejo, un sacrificio que os puede menoscabar a los ojos del mundo? De suerte que si queréis conduciros de acuerdo con la realidad, habéis de en- contraros a merced únicamente de vuestra conciencia, de vues- tra sensibilidad, que os indica vagamente el bien y el mal verdaderos que vuestros actos pueden engendrar, sin posibi- didad alguna de apoyaros en nadie, sin más guías que vues-