EL ALMA DE LA MUJER 189
estético lo que ella denomina amor, sino el cumplimiento de la propia personalidad, el logro y consecución de un ideal determinado; una estimación recíproca y la admiración mo- ral e intelectual.
Pero además del predominio de la admiración y el apre- cio, hay otro elemento que distingue el amor femenino del amor del macho, y es el elemento material gue va implícito en la enorme importancia que para ella tiene la abnegación. La mujer necesita estimar para amar: pero amar es para ella desear que la cosa o persona determinada, objeto de su amor, sea feliz y coseche la admiración que le es debida; la atrac- ción hacia alguien a quien poder ayudar, a quien poder con- sagrar por entero su actividad, su altruísmo, igual que con el hijo le sucede a la madre.
El placer de la posesión entra también a formar parte de su afecto, lo mismo que en el hombre; sólo que aquí se trata “de la posesión de algo que le está encomendado a ella, que depende de sus cuidados y desvelos, que absorb* por en- tero su inteligencia y su alma.
Por esta razón de ser el amor para la mujer, protección a otro individuo, consagración a él, entera y absoluta, puede: suplírsele tan fácilmente con la beneficencia o con el cuidado de los propios deudos, que absorban esta necesidad de con- sagrarse a alguien, que la mujer llama amor. Por esto, la mujer malherida de amores métese tan fácilmente de hermana: de la Caridad o monja, mientras que el hombre en igual ca- so se mata o se consuela, o se lanza locamente a probar for- tuna; porque para la mujer el ansia: de amar es más intensa que la de ser amada. .
Por ese carácter de devoción y sacrificio del amor feme- nino, ama la mujer con más intensidad al enfermo, al des- graciado y sin ventura, que necesitan de sus cuidados y afec- to, más que al afortunado que no ha menester de ella; de igual suerte que ama al nene pequeñín, enfermo o desdicha- do, que requiere un cuidado continuo e incesante, más que al mozo fuerte y robusto que lisonjea todos sus senti-