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34 GINA LOMBROSO cuando es así, cuando no lo es y cuando teme que lo sea; en una palabra, que esa antorcha que la mujer recibe con la vi- da, apágasé muy luego como no tenga alguien a quien alum- brar, alguien que la despabile y atice.

No pasa otro tanto con el hombre. A semejanza de los demás organismos de la naturaleza, no desviados de su fin por la maternidad, es el hombte egoísta, o mejor dicho, ego- centrista, en el sentido de que propende a hacer de sí mismo, de”sus propios intereses, placeres y actividades el centro del mundo en que vive,

Siendo como es capaz de vivir y gozar él solo, resulta indiferente el hombre a la existencia de los demás seres con quienes convive, a sus goces y sus dolores; no siente la ne- cesidad de fijar la vista en ellos, ni a proporcionarles placeres o disgustos, pero en cambio, no se aflige en demasía porque los demás no se fijen en él ni le guarden gratitud, Ganoso de satisfacerse a sí propio, hace por evitar toda emoción y con tal de lograrlo, es capaz de vivir sin amores ni odios, sin' goces ni sufrimientos; de dirigirse, de orientarse en la vi- da sin contar con el aplauso o la censura ajenos. Siendo sen- sible, como lo es, a todos los placeres egoístas del gusto, la vista y el oído, así como a los goces que proporcionan la ri- queza, el poder y las abstracciones intelectuales, puede el hombre cifrar en sí mismo sus alegrías, vivir y gozar en este mundo con absoluta independencia de los demás, fomentan- do por sí solo la antorcha de la vida que, al nacer, recibió.

Fijaos en los niños cuando viven todavía juntos bajo el común techo familiar, a la edad en que podían tener los mis- mios cuidados y preocupaciones, cuando la educación no fué parte a torcer o encubrir los instintos. La nena se entretiene haciéndole vestiditos a la muñeca o meciendo o lavoteando ala hermanita más pequeña, es decir, consagrándose a los demás. El chico, en cambio, cifra sus glorias en la: escopeta, el balón o el aro, que le permiten poner de manifiesto su maña o su fuerza. La nena gusta de hacer papeles de madre- sita, médico, maestra y niñera; de jugar con los más peque- ñitos, de besarlos, acariciarlos, imponerles su dominio y sa- borear sus caricias y sus besos; trabaja, estudia por darles gusto a la mamá o la maestra y granjearse sus elogios. El