EL ALMA DE LA MUJER 25 chico busca amiguitos mayores que él, con los cuales medir sus fuerzas, gusta de hacer papeles de cochero o general, as- pira a mandar y que lo sirvan; si ha de ayudar a su mamá, si ha de estudiar—como no sea que eso le distraiga—es me- nester darle alguna golosina, una perrita, un juguete... a no ser que ande listo por miedo a una paliza. -
Pues lo mismo que de niños son toda la vida; el varón, atento únicamente a sus propios intereses, placeres y fines; la mujer, eternamente ocupada y preocupada con los demás, desviviéndose por merecer su aplauso, darles gusto, atender- los y obligarles a fijarse en ella.
Fijaos en los viejos, cuyo temple moral se acusa más claramente fuera de los miramientos sociales, No bien las circunstancias externas se lo permiten, él hombre, cargado de años, se retira de la lucha, aspirando ya, sobre todo, a no sufrir molestias y disgustos, a suprimir, aunque sea con gra- ve daño de quienes le rodean, hasta los más ligeros contra- tiempos que pudieran desazonarle. Ese es el instante de su vida en que saborea más a satisfacción los goces de la fami- lía, en que más echa a ésta de menos si no supo formársela; su mayor placer entonces cífrase en ser objeto de atenciones y mimos de parte de los demás, sin tener que pensar en pa-
- garles con la misma moneda.
Cuando la mujer entrada en años hállase en condicio- nes análogas, lejos de retirarse de la lucha, de querer suprimir toda clase de sinsabores y concentrar en sí misma toda su atención, delegando en los demás las funciones que hasta allí le estuvieron encomendadas, lo que hace es oponerse con todas sus fuerzas a todo intento de aligerarla de sus tareas y duplicar, si no su actividad, sí su emotividad, su afán de actividad y de emociones. Y si ya no puede seguir sacrificán- dose por los demás, hace todo'cuanto está en su mano a fin de que éstos se sacrifiquen por las causas que cree justas.
Los hijos y nietos que la rodean, vienen a ser sus ído- los, sayones y víctimas, todo en una pieza. Desvélase y se desvive por ellos, no solamente más de lo que permiten sus fuerzas, sino bastante más también de lo que se desveló y desvivió por-los hijos. Nadie los quiere, cuida y educa como «ella desea se les quiera, cuide, instruya y eduque; ni nadie