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42 GINA LOMBROSO PADIERNA

que ocasiona las principales diferencias entre el hombre y la mujer, determinando su altruismo y siendo determinado por él, y preside a todas las virtudes y defectos de la mujer, a se manera de concebir el amor y la justicia y a su modo de obrar en la vida y de sufrir, es la pasionalidad, la cual va siempre acompañada de la intuición. .

¿Qué cosa es la pasionalidad? Pues, la atracción o repul- sión instintiva, irracional, que nos atrae o aleja de una per- sona o cosa determinada; la emoción de amor o de odio que con ella nos una; el impulso que suele lanzarnos, queramos o no, inevitablemente, a obrar en determinado sentido, por más que la razón nos aconseje todo lo contrario; ese ardor que nos hace experimentar placer, deleite, alegría en medio de los más duros sacrificios, con tal que se realicen en direc- ción determinada, haciéndonos indiferentes a los bienes y glorias que por otro camino pudiéramos lograr; esa fuerza que está más allá de todo razonamiento y quita a éste toda energía; este sentimiento que se encuentra en la base de toda alegría y todo dolor, porque no existe mayor alegría que la pasión satisfecha, ni mayor dolor que la pasión malograda.

Ahora bien; el objeto de la pasión femenina—y esto es precisamente lo que la distingue de la varonil—es siempre un ser vivo y concreto que radica fuera de ella, pero a ella veci- no; un ser capaz, o que ella lo cree así, de alegría o de do- lor, por contraposición a los objetos de las pasiones varoni- les que vienen a ser, en la mayoría de los casos puramente sensibles, abstraídos o cifrados en individuos remotos en el tiempo y en el espacio, con absoluta independencia, por con- siguiente, del hecho de que gocen o sufran.

Pero la mujer no podría reconrentrar sus pasiones en otros seres vivos sin tener la posibilidad de conocer su esta- do de ánimo, sus necesidades y sus deseos, hasta cuando no se declaran y manifiestan.

No podría la mujer cifrar sus placeres en actos que caen fuera del dominio de la razón, si no se hallase dotada de algún otro medio que ocupase el puesto de la razón y seña- lase límites, aunque inconscientes, a sus ambiciones y actos. Pues a eso precisamente provee por modo maravilloso la in-

tuición, inconsciente ¡cual que la pasión, pero en más direc- to contacto con la realidad.