EL_ ALMA DE LA MUJER 43
¿Qué es la intuición? Es la posibilidad de prever el efecto que una acción determinada puede surtir en otra per- sona, antes de llevarse a cabo; la posibilidad de sentir el es- tado emotivo de otra persona, sin que ésta lo declare; una suerte de tercer ojo, capaz de penetrar al través de las almas y los cuerpos aparentemente más impenetrables.
Es la intuición una de las bases del alterocentrismo y de la pasión; pues no es posible cifrar el centro de la propia persona en otro, serle útil, y consagrarse a él, sin intuírlo, es- to es, sin adivinar lo que desea antes que lo declare. Pero si no puede haber pasión sin intuición, puede darse muy bien intuición sin pasión, cual sucede en. el hombre. No carece el hombre de intuición; sólo que su intuición es intelectual y voluntaria, hallándose circunscrita al restringido campo de sus estudios, de su arte, de sus negocios, de su inteligencia. Toda una serie de párpados y antojeras impídenle ejercitarla sobre el mundo vivo, exterior, que lo circuncida, y también sobre el interno, en otra dirección que no sea la que él con- sidere provechosa. La intuición es en el hombre un canal ce- rrado, cuyas esclusas tienen en su poder el interés y la ra- zón. El hombre no fija la vista sino en lo que le interesa ver; la intuición es en él independiente de la pasión.
Pero el tercer ojo de la mujer, su órgano intuitivo, es- tá sin cesar despiadadamente abierto y atento a los múltiples objetos de su pasión, a todo el mundo vivo que la rodea; es un río que corre continuo, veloz, sin dique alguno y sin .re- parar en si se sale de madre o sobrepasa sus límites.
Del conscrcio casi indisoluble en la mujer de la pasión y la intuición, nacen las características del alma femenina y también acuellos desacuerdos suyos con el hombre que más la hace sufrir.
De su intuición de los ajenos deseos derívanse su ducti- lidad, la facilidad con que sabe acomodarse a las circunstan- cias más adversas y cambiar a tiempo de rumbo, y ser gene- rosa o económica, intelectual o casera, según lo desee el ma- rido v las circunstancias lo exijan.
De sn pasión y su intuición de los ajenos deseos derí- vanse la devoción inteligente con que sabe atender a las per- sonas que le están encomendadas, hasta cuando por tratarse de enfermos o niños no hay que esperar puedan declarar sus