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que recogerá su alma, que no dejará que avente el viento sus dolores y angustias y la acogerá a ella en el cielo, en la tierra, en el presente o en el porvenir, en sus nietos lejanos, o en los frutos y flores que a su alrededor viven. Quizá no sea este dios el dios codificado de los hombres; pero tal es el senti- miento al través del cual ve la mujer a Dios.

No puede extinguirse, pues, nuestra soberbia confianza 2n nosotras mismas, sin apagar de rechazo la luz de nuestra vida mora! e intelectual, sin quebrantar nuestra capacidad de realizar las funciones que la vida nos tiene encomendadas.

Cabe tratar de compensar la intolerancia, el despotismo que la excesiva confianza en sí mismo engendra, tildándolos con el nombre de defectos y excitando a la mujer a desechar- los. La mujer que ha visto y observado mucho mundo es menos intolerante que aquella otra que siempre vivió en el mismo ambiente y, sobre todo, que aquella que siempre se limitó a criticarlo todo, sin observar nada. Inmejorable es en este respecto el influjo de los hombres. Con el ejemplo y con la resistencia tempera y lima el hombre, sin esfuerzo, ese espíritu despótico.

La mnier es mucho más intolerante en aquellos países donde vive con entera independencia y aislada del hombre. que en aquellos otros donde alterna más íntimamente con él, en la vida familiar y social. La casada es más tolerante que la soltera. Menos desnóticas, menos intolerantes que las viejas me parecen las muieres de las nuevas generaciones, precisa- mente por haber ido a la escuela con los chicos y estado en contacto cotidiano con ellos,

Siendo nor lo tanto esta intolerancia bastante menor cuando la muier halla modo de emplear dignamente su ultra- devoción, como en el caso de los niños pequeños, creo que se- ría provechoso encauzarla hacia una finalidad que absorbie- ra su altrnísmo Inego que dió remate la función maternal,

amén de acostumbrarla desde niña a analizar y dominar sus sentimientos.

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Otro tanto buede decirse de su perplejidad. Esa pernle- jidad en que la mujer suele incurrir, no se le ha de imputar