Página:Lombroso El alma de-la mujer.djvu/84

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GINA LOMBROSO


paguen. materialmente, sino que sólo desea algo que repte- sente un pensamiento, que sintetice el amor, la gratitud del individuo que la regala. En todós los países, los usos lo- cales. las tradiciones han ratificado en cierto modo este senti- miento, y en todos los países del mundo se la conquista a la mujer por medio de presentes. Los regalos son de ritual en- tre los novios. El collar, el traje, la joya que el novio le re- gala tienen a sus ojos tanto valor, porque son las pruebas, aunque ilusorias, del interés que le inspiran su belleza, su fi- gura. y porque ella puede vivificar, amar y enseñar esos obje- tos, concentrar en ellos todo el cariño que por el donante sien- te y ver en ellos mil misteriosas pruebas de atención y de amor, aunque ilusorias, lo que no puede hacer con el dinero.

Esta afición a los regalos que siente la mujer es de-otra parte, de interés general, pues es un medio inocente de obligar al hombre a pensar en la mujer de modo menos grosero: un medio de extirpar en cierta forma el egoísmo masculino, obli- gándole a pensar en las necesidades y deseos de la mujer ama- da, a fin de cristalizarlos en un objeto: una manera de dar- le a entender que hay algo más en el mundo que el vulgar interés,



INDUMENTARIA

. Relacionada con esta posibilidad que tiene la mnjer de cristalizar en un objeto inanimado una suma de sentimien- tos, está la enorme importancia que la mujer concede al ves- tir.

Es opinión general que la mujer considera el traje co- mo un mero truco para embellecerse. Mas no es así, que el traje representa para ella algo mucho más grave y complejo. La mujer considera la ropa como parte integrante de su cuer- po, de su personalidad, sentimiento que la tradición ha rati- ficado y consagrado la religión. "Toda función religiosa o civil cada día de su existencia distínguese en el mundo feme- Rhino por un traje especial. La' tentación del vestido es la úl- tima función solemne a que se somete la virgen que desea ser contada entre las esposas del Señor, El recuerdo del traje, que unión ella hubiera podido ponerse, fué la tentación más uerte que tuvo que vencer Santa Catalina en su celda, antes