Página:Lopez La seniorita Raquel.djvu/198

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muy cerca, y traté de darme prisa por temor de que no quisiera esperarme. En el apuro olvidé la ad- vertencia de mamá, y el vendedor me dió una cinta que no era la que se necesitaba. Sin reflexionar, pa- gué mi compra y salí, encontrando a Rosarito que llegaba ya a la mercería.

Volvimos a hacer el camino juntas y nos separa- mos al llegar a casa. Entro, doy a mamá el paquete. y al abrirlo me dice contrariada: «Pero. Susana, ¿Cuándo dejarás de ser aturdida y olvidadiza? ¿No te recomendé que pidieras cinta igual a ésta?» En verdad, señorita, tuve miedo de que mamá se eno- jara si le decía la causa de mi olvido, y le contesté: «Así lo hice, mamá, pero el tendero me dió de otra porque se le había concluido la que pedías. »

Mamá se enojó entonces con el tendero.

«¡Qué picardía! —dijo;—abusar así porque se trata de una criatura. No le compraré más.»

Le aseguro, señorita, que desde ese momento siento como un peso en el corazón y no tengo gusto para nada. El recuerdo de mi embuste me hace muy desgraciada, y más cuando pienso que el pobre tendero se perjudicará por culpa mía.

Tal es el motivo de esta carta, señorita; sólo usted puede aconsejarme en semejante aflicción y decirme qué debo hacer para reparar mi falta.