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gas, en otros países lejanos los hombres pasaban sus días en trabajos muy penosos, y las niñitas jugaban junto al fuego.

Los campos y los jardines estaban blancos, por- que el señor Invierno les había echado encima su sábana de escarcha, y los labradores perdían sus sementeras después de muchos afanes.

—¿Será posible? Entonces, cuando aquí hace buen tiempo ¿hay en alguna parte niños que no pueden correr por les campos tras las mariposas o trepar a los árboles en busca de duraznos y cerezas?

— Así es, querida niña. La naturaleza ha dispues- to tan bien las cosas, que cada región en la tierra tiene su buena y su mala estación; y yo reparto mis visitas de modo que unas veces estoy más tiempo en una región y otras veces en otra. Por eso, durante los meses del invierno, que ahora comienza, os haré visitas muy cortas, a fin de poder hacerlas más prolongadas allí donde me esperan con ansia desde hace mucho tiempo.

— Vete, buen Sol, no quiero detenerte. Justo es que todos gocemos por igual de tus beneficios, y que todos los hombres y los niños de la tierra tengan la alegría de ver madurar el trigo y florecer las rosas.

$e Admira la previsión de la Naturaleza que todo lo hace a su tiempo.